LA FIGURA OCTOGONAL DE LOS TEMPLARIOS (II)



La vivencia del octógono en el caballero templario, reactualizaba a cada paso de su vida, en la paz y en el combate, la unidad de lo celeste y lo terrenal, y en un grado más pequeño, tendía a propiciar el equilibrio y el enlace entre el alma y el cuerpo, entre la idea y la acción, la salud y el alimento, mediante la movilidad de carácter aéreo, también llamado espíritu vital, con que tantos y tantas técnicas de realización han designado a la respiración.

Mediante esta práctica metafísica incesante, siendo consciente de ella, el templario mantenía su ser sin escisiones internas, cosa que el pensamiento moderno consiguió descomponer y dividir, sobre todo después de la formulación de Rene Descartes. Pero el octógono, también tenía que ver con la no distorsión del Universo o del mundo, con la unión del cuaternario material pasivo y el cuaternario material activo.

Era ya una doctrina conocida por los musulmanes y a través de estos por los cristianos, que ambos habían recibido como herencia del mundo clásico aristotélico y platónico. Con la superposición de los dos cuadrados, el de los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego), junto a los cuatro humores y los cuatro estados de los elementos (frío, humedad, calor y sequedad) y haciéndolos girar, tendríamos de nuevo la geometría octogonal. De este modo, ni el mundo ni el hombre estarían desgajados, ni mucho menos enfrentados, como ocurre en nuestro tiempo. El octógono, en fin , aparece relacionado igualmente con la cruz templaria y el alfabeto hermético, que es sabido utilizaban sus caballeros en las transacciones económicas, en sus construcciones y en sus comunicaciones internas.

El alfabeto, debió serles inspirado durante su presencia en Palestina, y aunque se ha dicho por algunos autores que tales gráficos tenían un alcance talismánico o mágico, lo más seguro   es que tuviera un sentido criptográfico a la usanza de otras sociedades esotéricas de constructores y caballeros medievales. Lo cierto, es que este tipo de inscripciones, aparecen por todas partes, como huellas templarias a su paso por el mundo. Se encuentran en sus documentos, en los muros de los castillos e iglesias, en las criptas de sus adoraciones y velas de armas, y en las mazmorras de su dramático cautiverio.

El uso de ese alfabeto secreto no puede ser entendido sin el empleo de una cruz especial que los caballeros templarios portaban siempre como alhaja, colgada de una cinta curiosamente roja. A esta cruz, se la denominaba de las Ocho Beatitudes. Debidamente prolongada, uniendo sus puntos, el perímetro que resulta no podía ser de otra manera que la figura octogonal, un propósito de regeneración humana, tendente a restablecer en esta vida el estado anterior de unidad y paz que el hombre había perdido en el Paraíso con la caída.

Non Nobis

Orden del Temple+++