PEREGRINACIONES EN EL JUDAISMO. Historia (IV)





La religión en el judaísmo nunca estuvo fuera de la vida cotidiana, y se resumía en una forma diaria de vivir ligada a unos conceptos, sobre todo llenos de una gran ética. Por eso, todo el pueblo se sentía partícipe de la religión en sus leyes y fiestas y sumamente vinculados a las normas religiosas, así que desde las épocas primitivas, ya requerían peregrinaciones que debían agrupar al pueblo en fechas determinadas por la Ley.

Cualquier detalle vulgar dentro de la vida diaria, era compatible con la interpretación y estudio de la Ley, porque lo que el estudioso de la religión no estaba aislado, sino que compatibilizaba el hecho del estudio religioso con la vida material y dentro de cualquier profesión, ya fuera material o intelectual.
Solo los Esenios, secta poco conocida, se apartaron en monasterios e hicieron una vida dedicada exclusivamente a la vida espiritual. Son éstos los monjes de Qumrân de quienes nos hablan los rollos del mar Muerto, manuscritos descubiertos en unas grutas. Estos monjes, se ajustaban totalmente a la Ley Mosaica, con un enorme afán de purificar las transgresiones de otros creyentes, por eso no hacían sacrificios en mesas o altares de holocaustos, porque así violaban la prohibición general de hacer sacrificios en otro lugar que no fuera el templo de Jerusalén, y es en este templo, donde en fechas determinadas por la Ley, donde se congregaban creyentes de todas partes, sobre todo en la fiesta de la Pascua, en Pentecostés y los Tabernáculos.

La fiesta de Pascua, se celebraba en el equinoccio de primavera y duraba ocho días. Simbolizaba la liberación de la esclavitud de Egipto y cuando salieron de aquel país. A la vez, conmemoraba el paso del “ángel exterminador” que mató a los primogénitos de los egipcios en la décima plaga, pero libró a los judíos porque ellos señalaron su puerta con un hisopo impregnado en sangre de un cordero sin defecto. Aquel cordero pascual, asado y aderezado con lechugas, fue comido en disposición de marchar, en pie, y con el báculo en la mano, las sandalias puestas y la túnica anudada a la cintura. El pan se comió ácimo, sin levadura, porque no había tiempo de prepararlo de la manera habitual. Y aquel “paso del ángel del Señor”, decidió al Faraón a dejarles marchar y de esa palabra, “paso” (pesach en hebreo), vino el nombre de Pascua a la fiesta conmemorativa, donde cada año se vuelve a reproducir la comida ritual con el cordero y el pan ácimo.

La fiesta de Pentecostés, se celebraba cincuenta días después de la Pascua y se instituyó para recordar la promulgación de la Ley de Moisés en el monte Sinaí. La de los Tabernáculos, se celebraba en el equinoccio de otoño, duraba siete días, y simbolizaba los cuarenta años que vivieron los israelitas en el desierto antes de entrar en la tierra prometida. Por ello, todos los años Jerusalén se llenaba anualmente de tiendas de campaña, que hacían con ramas, en plazas y terrazas de las casas y en los campos de alrededor, cuando llegaban estos días.

Todos los varones mayores de doce años, debían ir al templo de Jerusalén en las tres grandes fiestas del año, por lo que había muchas peregrinaciones desde todos los lugares de Israel y otros países, pero ante la imposibilidad de que muchos israelitas que estaban en países lejanos, se hizo costumbre de que solo acudieran a una de las tres.

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