CRISTO EN LA CRUZ, SUS ÚLTIMAS PALABRAS (V)



Pero aunque los judíos, tanto el pueblo como los sacerdotes, no sabían el hecho de que Cristo era Señor de la Gloria, aún así, no habrían permanecido en este estado de ignorancia si su malicia no los hubiera cegado.

De acuerdo a las palabras de San Juan: “Aunque había realizado tan grandes señales delante de ellos, no creían en Él, porque había dicho Isaías: Ha cegado sus ojos, ha endurecido su corazón, para que no vean con los ojos, ni comprendan con su corazón, ni se conviertan, ni yo los sane”. La ceguera no es excusa para un hombre ciego, porque es voluntaria, acompañando, no precediendo, el mal que hace.

De la misma manera, aquellos que pecan en la malicia de sus corazones siempre pueden alegar ignorancia, lo que no es sin embargo una excusa para su pecado pues no lo precede sino que lo acompaña. Por lo que el Hombre Sabio dice: “Yerran los que obran iniquidad”. El filósofo de igual modo proclama con verdad que todo el que hace mal es ignorante de lo que hace, y por consiguiente se puede decir de los pecadores en general: “No saben lo que hacen”. Pues nadie puede desear aquello que es malo en base a su maldad, porque la voluntad del hombre no tiende hacia el mal tanto como hacia el bien, sino sólo a lo que es bueno, y por esta razón aquellos que eligen lo que es malo, lo hacen porque el objeto les es presentado bajo apariencia de bien; y así puede entonces ser elegido.

Esto es resultado del desasosiego de la parte inferior del alma que ciega la razón y la hace incapaz de distinguir nada sino lo que es bueno en el objeto que busca. Por tanto, un pecador es similar a un hombre que desea lanzarse a un río desde un lugar elevado. Primero cierra sus ojos y luego se lanza de cabeza, así aquel que hace un acto de maldad odia la luz, y obra bajo una voluntaria ignorancia que no lo exculpa, porque es voluntaria.

 Pero si una voluntaria ignorancia no exculpa al pecador, ¿por qué entonces Nuestro Señor oró: “Perdónalos porque no saben lo que hacen”?. A esto respondo que la interpretación más directa a ser hecha de las palabras de Nuestro Señor es que fueron dichas para sus verdugos, que probablemente ignoraban completamente no sólo la Divinidad del Señor, sino incluso su inocencia, y simplemente realizaron la labor del verdugo. Para aquellos, por tanto, dijo en verdad el Señor: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Una vez más, si la oración de Nuestro Señor ha de ser interpretada como aplicable a nosotros mismos, que no habíamos aún nacido, o a aquella multitud de pecadores que eran sus contemporáneos, pero que no tenían conocimiento de lo que estaba sucediendo en Jerusalén, entonces dijo con mucha verdad el Señor: “No saben lo que hacen”.

Finalmente, si Él se dirigió al Padre en nombre de todos los que estaban presentes, y sabían que Cristo, que es tal que desea paliar lo más posible el pecado de sus enemigos. Si la ignorancia no puede justificar una falta, puede sin embargo servir como excusa parcial, y el deicidio de los judíos habría tenido un carácter más atroz de haber conocido la naturaleza de su Victima. Aunque Nuestro Señor era consciente de que esto no era una excusa sino más bien una sombra de excusa, la presentó con insistencia, en realidad, para mostrarnos cuánta bondad siente hacia el pecador, y con cuánto deseo hubiese Él usado una mejor defensa, incluso para Caifás y Pilato, si una mejor y más razonable apología se hubiese presentado.

(continuará)

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