EVANGELIO DÍA 1 DE MAYO

 


Al llegar la noche de aquel mismo día, primero de la semana, los discípulos estaban reunidos y tenían las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús entró y poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo: “¡Paz a vosotros!”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego, Jesús dijo de nuevo: “¡Paz a vosotros!. Como el Padre me envió a Mi, Tambien Yo os envío a vosotros”. Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados, les quedarán perdonados, y a quienes no se lo perdonéis, les quedarán sin perdonar”. Tomás, uno de los doce discípulos, al que llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Después le dijeron los otros discípulos: “Hemos visto al Señor”. Tomás les contestó: “Si no veo en sus manos las heridas de los clavos y si no meto mis dedos en ellas y mi mano en Su costado, no lo creeré”. Ocho días después, Jesús entró, y poniéndose en medio de ellos, los saludó diciendo: “¡Paz a vosotros!”. Luego dijo a Tomás: “Mete aquí tu dedo y mira mis manos  y trae tu mano y métela en Mi costado. ¡No seas incrédulo, sino cree!”. Tomás exclamó entonces: “¡Mi Señor y mi Dios!”.
(Juan 20, 19-31)

MEDITACIÓN

Uno de los frutos de la Resurrección, es la ruptura del aislamiento, porque el Espíritu llena de paz el corazón humano y la paz crea vínculos e inventa caminos de diálogo y entendimiento. Jesús se revela en el seno de comunidades, que rezan con unidad sincera, donde se permite la duda y la búsqueda y se celebra la fe.

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