LA TRADICIÓN DE LOS MAYORES EN EL PUEBLO JUDÍO (VII)



Un tercer intento, trataba de una cuestión comprometida y espinosa, como era el pago del tributo al César. Suponía un salto cualitativo an entrar en juego la misma autoridad romana, la debida obediencia al Emperador.

Habían preparado con sagacidad su intriga. Hay dos detalles que manifiestan su intencionalidad aviesa, sibilina y decidida a la condena. Dice Lucas: “Se pusieron a acecharle y le enviaron espías que simulaban ser hombres de bien”. No daban la cara directamente, sino a través de contratados y lacayos. Querían ver si decía algo que les diera motivo para entregarlo al poder del gobernador romano. En realidad, querían ciertamente Su muerte, pero como no poseían la facultad de la condena, debían entregarlo al poder del Imperio. El Evangelio de Juan, corrobora en boca de los jefes religiosos esta situación: “No tenemos autorización para condenar a muerte a nadie”.

A la simulación, añadirían la adulación, antes de formular sus argucias: “Maestro sabemos que hablas y enseñas con rectitud. No juzgas por apariencias y enseñas con Verdad el camino de Dios”. Y expresaron así uno de los elogios más verdaderos acerca de la misión y la persona de Jesús. Finalmente, cayó  madura la pregunta: “¿Estamos obligados a pagar tributos al César o no?”. La cuestión estaba bien urdida y cualquiera de las respuestas posibles, harían que Jesús quedara mal parado, en situación comprometida ante la gente, ya que si la respuesta era afirmativa, porque el pago de impuestos a los romanos era muy cuestionado, y si decía no, el poder romano quedaba cuestionado y eso era mucho más grave, pues podía ser acusado de rebeldía o sedición.

La sabiduría y perspicacia de Jesús, se manifiestan con una sagacidad admirable, ya que llevó a sus interlocutores a que fueran ellos los que se expusieran y contestaran. Jesús, sólo tendrá la palabra final, ya que conocía muy bien sus malas intenciones. Así:

Ø     Son ellos los que tienen y exhiben la moneda del denario.

Ø     Son ellos los que contestan de quién es la efigie e inscripción grabada en la moneda: Del César.

Ø     Son ellos los que manifiestan que pagan con esa moneda el tributo correspondiente, reconociendo y afirmando la autoridad del César.

La estrategia de Jesús, ha obligado a sus interlocutores a mostrar, a revelar a la gente que poseían una moneda con la imagen del César y en ese momento, quedan desacreditados. ¿Por qué?. En territorio judío existían en el siglo I dos tipos e monedas. Una de ellas, no tenía ninguna imagen, ni humana ni animal, a causa de la prohibición de grabar imágenes. El segundo tipo, que incluía la acuñación romana, sí tenía imágenes. Muchos judíos, nunca llevarían ni usarían monedas del segundo tipo. Sin embargo, los interpelantes de Jesús en este relato, si llevaban. La moneda que enseñaron, tenía la imagen del César junto con el estandarte y la idólatra inscripción que saludaba al Censar como divinidad e hijo de Dios. Quedaba al descubierto como parte de la política de colaboración. La estrategia retórica de Jesús es brillante. La trampa que le habían puesto a Él, quedaba sorteada y su propia trampa contra ellos era planteada con ti tintes de desafío.

A Jesús sólo le ha quedado recordarles ya con ironía, la contrapartida necesaria para con Dios, pues al César ya se lo daban. Y como en Israel todo era de Dios, la tierra, los frutos, los ganados, los habitantes, Jesús afirma la universal soberanía de Dios y así el dilema planteado queda para ellos entre dos potestades, no comparables. Sin embargo dice: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

 Non Nobis 

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