OFRENDA A MARÍA, NUESTRA REINA, NUESTRA JEFA, NUESTRA SEÑORA






 


¡María!, por servirte renuncio a las alhajas,


son cadenas del mundo, no las quiero llevar.


Seré libre por Ti de ataduras tan bajas,


cascabeles profanos los olvido en Tu altar.






Eres grande, María, eres noble, eres Reina


y yo soy una esclava en Tu corte de amor.


¡Ya no puedo llevar las flores y la peina!,


regálame tu velo de madre del Señor.





No me dejes tan pobre, pues vivo de esperanza


y me gusta agradar a los ojos del Hijo:


Pon Tu misma en mi dedo la sortija de alianza


y en mi pecho Su efigie de amor: El crucifijo.






¡Alhajas esenciales!. Tu misma paz, María,


será en mi cofre místico la más preciada gema.


La fe, todo el adorno de la Sabiduría,


me ceñirá la frente como una diadema.






Dame el rubí de sangre del corazón de Cristo,


lo llevaré prendido sobre mi corazón,


dame Tu perla blanca, de oriente nunca visto,


¡el virginal emblema de mi consagración!.






Vestida de Su gracia, ¡aliento que perfuma!


con opulenta clámide de púrpura real,


aguardaré Su Verbo, que sella y que consuma


¡y todo estará presto para el festín nupcial!.


Copyright. Todos los derechos reservados. Orden del Temple