COMO EL HOMBRE PIENSA XVI




XVI. No arrojéis las cosas santas a los puercos.

Suele suceder, que cuando una persona ve los horizontes infinitos de la Verdad y así se liberan de alguna dificultad penosa, se exaltan tanto, que van a todas partes derramando la noticia de su descubrimiento y solicitando que acepten esa verdad. Esa actitud, aunque es comprensible, es muy imprudente, , ya que eso sólo sucede cuando uno está preparado para el cambio, pues si no, jamás la aceptará. No confiemos en nuestro juicio de quien está preparado y quien no, dejémonos guiar por el Espíritu Santo.

Sin embargo, otros que creemos poco desarrollados espiritualmente, se muestran muy receptivos.

Si oramos pidiendo sabiduría y oportunidades de servir, las personas adecuadas se presentarán sin que las busquemos o nosotros mismos vamos a ellos. Abstengámonos de hablar de toda la Verdad, mientras no sea prudente, sobre todo, abstengámonos de obligar a las personas con quienes vivimos o trabajamos, pues podemos irritarles, ya que no pueden ver lo que nosotros vemos. También ellos conocen nuestras faltas y flaquezas y si hablamos demasiado de valores espirituales, ellos esperarán al principio unas demostraciones que no podemos hacer y también cuando nuestros actos contradicen nuestras palabras.

Cuando deseemos presentar la Verdad, conviene que nos preparemos mentalmente unos días, pidamos inteligencia y amor para superar la impaciencia y hacer frente al ridículo y falta de afabilidad. Pidamos que Dios nos haga decir la palabra exacta, en el momento oportuno.


(continuará)


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