EVANGELIO DÍA 11 DE DICIEMBRE



Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió como testigo, para que diera testimonio de la Luz y para que todos creyesen por medio de él. Juan no era la Luz, sino un enviado a dar testimonio de la Luz. Los judíos de Jerusalén, enviaron sacerdotes y levitas a Juan, a preguntarle quién era. Y él confesó claramente: “Yo no soy el Mesías”. Le volvieron a preguntar: “¿Quién eres , pues?, ¿el profeta Elías?”. Juan dijo: “No lo soy”. Ellos insistieron: “Entonces, ¿eres el profeta que había de venir?”. Contestó: “No”. Le dijeron: “¿Quién eres, pues?. Tenemos que llevar una respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué puedes decirnos acerca de ti mismo?”. Juan les contestó: “Yo soy, como dijo el profeta Isaías, una voz que grita en el desierto ¡abrid un camino recto para el Señor”. Los que habían sido enviados por los fariseos a hablar con Juan, le preguntaron: “Pues si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta, ¿por qué bautizas?”. Juan les contestó: “Yo bautizo con agua, pero entre vosotros hay uno que no conocéis, Ése es el que viene después de mi y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias”: Todo esto sucedió en el lugar llamado Betania, al oriente del río Jordán, donde Juan estaba bautizando.
(Juan 1, 6-8; 19-28)

MEDITACIÓN

Me haces responsable de Tu Luz, como Juan el Bautista. Él te conoce, y siente que su voz está consagrada a preparar un ambiente y un espacio para ti. Sabe que pasas desapercibido entre la gente, aunque estás en medio de ella, él anticipa Tu presencia. Me gustaría ser como él, saber quién soy para saber quién eres, conocerte y hablar de tal manera que llegues detrás de mi palabra.

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