ACTITUD CLAVE PARA UN TEMPLARIO: COMPROMETERSE (II)



¿Qué es el compromiso?. Una persona se prueba por una serie de compromisos y éste no es un carnet de socio de alguna entidad, llámese un club social, un equipo de fútbol, etc., que son un medio excelente para liberar la conciencia y huir de la carga del pensamiento y la acción verdaderos. Ni siquiera si son una pasión militante activa y hay que saber discernir los compromisos que comprometen y los pseudocompromisos.

Los seres humanos, somos por naturaleza tanteadores y buscadores de una realidad que siempre se nos muestra incierta, por ello, la experiencia se forma a través de múltiples probaciones que hacemos con la realidad que vivimos. Esa probación, nos vincula con toda una serie de pertenencias y adscripciones que van moldeando poco a poco nuestro futuro. Pero la pertenencia sola, no es un absoluto que asegura todas las respuestas nuestra inagotable sed de preguntas. Toda pertenencia en el orden social, político o religioso, es una mediación que nos acerca o nos aleja de formas de vida solidarias y encarnadas en el territorio de lo concreto.

Nuestro tiempo, está dominado por el imperio de lo efímero, donde la sensación de provisionalidad gobierna todo un modo de entender la existencia ya que no existen grandes causas por las que vivir, ni grandes razones que sigan alimentando el monstruo de la modernidad, ni grandes palabras con las que seguir mintiéndonos. Abandonémonos pues, a ese instante en que la brújula con la que se entiende la humanidad acelerada de nuestros días, vive.

En este contexto, resulta difícil, por no decir casi imposible, adquirir compromisos estables y duraderos . La pareja se somete a la dictadura del “mientras dure”, una duración a la que se asiste más como espectadores que como protagonistas. El empleo (quien lo tiene), se somete al criterio de la flexibilidad cuyo lema es “nada permanece a largo plazo”, cuando no, “ten la revista del empleo siempre a mano”. La gestión política, transita de una a otra legislatura, con intercambio de collares, reparto de cargos, siempre murmurando la misma música neoliberal, a la espera de que en una cumbre del FMI, se decida lo que ha de hacerse en la tierra de los mortales. La solidaridad en fin, es una moda pasajera con la que se calienta el sillón, se consumen “apadrina niños” o se montan festivales para ONGs, en la que la ingente muerte de personas, muchísimos niños entre ellos, se nos hace menos insoportable y más digerible, a la velocidad de vértigo que provocan los decibelios y con la rapidez que cambian las luces de neón.

En este contexto efímero, todo pasa y nada queda, de modo que siempre surge la tentación de convertir una bombilla hallada en medio del Universo en el faro de Occidente que ha de guiar a los descarriados. No nos confundamos. En el mundo de la solidaridad existen múltiples formas de pertenencia; existen diversidad de vinculaciones a una organización y sucede que una persona cuenta con pertenencias plurales, incluso en el terreno del voluntariado, que hacen compatible su pertenencia a varias ONGs, con lo que nos encontramos una forma de vivir el mismo compromiso en diversos ámbitos. Cierto que se corre el peligro de echarle agua al vino y rebajar el impulso ético transformador a una acción que se diversifica de esa manera, en vez de enfocar el compromiso de una manera concreta y que la organización elegida, cumpla con los requisitos para que nuestro esfuerzo y dedicación fructifiquen, se multipliquen y crezcan a lo largo y ancho de nuestras aspiraciones y objetivos de servicio.

(continuará)
 
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