LAS VIRTUDES (VI)



Confianza. Con-fianza: Encuentro con el con-fidente.


Las personas recluidas en los sanatorios mentales, nunca tuvieron a nadie dispuesto a escuchar las confidencias que tenían que contar; ¿estarían enfermos por eso?. Con-fidencia o con-fianza no es sin más, que comunicar un secreto y es preciso que el confiante y el confidente convivan lo confiado mío y tuyo. La confianza, dice “nosotros”; el confidente siente conmigo lo confiado, no sólo ni necesariamente a través de palabras; allí donde no llegan éstas, pueden llegar los silencios, las lágrimas, los gestos cordiales.

En esta privilegiada experiencia de encuentro, no hay contrato, sino alianza. ¿Cabe mayor garantía que la de no necesitar ninguna otra garantía que la confianza?. Amigos, con-fiamos, nos tenemos fe recíproca, sin fisuras, transparente, sin engaño, con ayuda mutua y benevolencia activa. Quiero el bien para mi amigo y por eso le enriquezco, y al mismo tiempo cuento con él. Sé que hay alguien que se ocupa de mí y busca mi bien, no mis bienes. Al final de la amistad, hay un momento de esperanza; compartiendo confianza, suscítase ante nosotros un futuro en libertad y gratuidad.

Cuando creo que me es posible lo que mi espera vital desea, esa creencia es mi confianza. Confiado es quien, sin menguas de las cautelas a que su buen sentido le conduce, acepta la pretensión de seguir siendo lo que late en el fondo de su ser. Confianza, es descanso en aquello en que se confía, pero una confianza meramente pasiva, antes corresponde a una forma de presunción que a la verdadera esperanza.

La esperanza, es también plegaria, pues el esperanzado es un caminante que vive el riesgo de desesperanzar. Con-fiando, la esperanza vive si un hombre espera en otro, sólo porque un adulto confía en él, el niño desarrolla sus potencialidades. Porque otro ser humano esté a nuestro lado, soportamos las más terribles pruebas, las peores perspectivas, porque sabe que su vida cuenta para la mirada amante de algunos seres. Si un niño es incapaz de ver el futuro con optimismo, se produce una interrupción inmediata del desarrollo.

Dejamos de tener razón cuando ya no la esperamos en los demás. Hogar es la casa donde uno es esperado; si somos esperanza, si la esperanza es el tejido del alma, entonces desconfiar y más aún desesperar de un ser, es negarlo en tanto que tal, está muerto para nosotros. En suma, fidelidad, generosidad y esperanza se implican. Amar a un ser, es esperar de él algo indefinible e imprevisible y darle a la vez de algún modo el medio de responder a esa espera.

(continuará)

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