COMO EL HOMBRE PIENSA IX




IX. Habéis oído ojo por ojo y diente por diente, pero Yo os digo: No resistáis al mal y si alguien te abofetea la mejilla derecha, dale también la otra.

Jesús vuelve las cosas de arriba abajo para los que acepten Su enseñanza. Aquello por lo que perdíamos energía y tiempo, parecen no tener valor en absoluto y otras que pasábamos por alto, son las únicas que nos importan. La vieja Ley destinada a mantener el orden en un pueblo bárbaro, era lo menos malo como código para gente incapaz de entender la justicia y sin freno para sus instintos.

Luego, conforme avanzó la civilización, se fue modificando este código primitivo, para hacerse menos brutal. Pero siguió imperando en los corazones y sigue aún en la hora presente. El deseo de venganza, recobrar lo propio, que nos reparen las injusticias, subsisten en nosotros y seguirá a menos que lo destruyamos. Esta vieja Ley, es el error fatal que está en la raíz de toda discordia pública o privada en este mundo y es causa de guerras, discusiones familiares y causa de muchas enfermedades y miserias del hombre. Por eso Jesús dice que lo perdonemos y se vaya en paz, porque así nos liberamos a nosotros mismos y conservamos la integridad del alma.

Devolver mal por mal, odio por odio, es entrar en un círculo vicioso, que consumirá nuestra vida y la de nuestro hermano. Esta doctrina de la no resistencia al mal es el gran secreto metafísico. A los profanos, esto les parece un suicidio moral, pero es una estrategia espiritual admirable, ya que cuando consideramos una situación con hostilidad, le damos el poder de gobernarnos, pero si no le ofrecemos resistencia, la privamos de su poder y prestigio.

Jesús no sólo se preocupa por los estados de conciencia, pensamientos y creencias que adoptan los hombres, porque sólo importan las cosas en que residen las fuerzas causales.

Cuando habla de la ropa y el manto, prestar o pedir prestado y volver la mejilla, sólo describe en símbolos estados mentales y no debe interpretarse en sentido literal. Prestar dinero a todo el mundo no es siempre un acto sabio, muchas veces injusto para uno mismo y de los que de uno dependen y también hasta para el que lo recibe, es mas mal que bien. Cuando alguien hace algo mal, no pensemos en ese acto sino en el Cristo que hay en él o ella y así su conducta cambiará.


(continuará)


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