Como se puede ver, la máquina avanza en dirección a la muralla en el sentido de la flecha. Las estacas A y B permiten que la bastida se desplace hacia adelante mientras se tira de ella hacia atrás. Por lo general, dichas estacas se plantaban en la víspera del asalto, protegiendo a los operarios mediante manteletes. También podían ayudar hombres que, ubicados en el interior de la máquina, empujaban desde dentro.
2: ¿Con qué elementos defensivos y/o armamento contaban? Porque, obviamente, los defensores no se quedaban inermes viendo acercarse a su muralla ese artefacto. Les lanzaban flechas incenciarias para intentar destruirla. Pero para evitar eso, los asaltantes solían recurrir a cubrir el frontal y los laterales de la bastida con pieles crudas que, previamente, habían mantenido en remojo durante horas o incluso días para impedir que ardiese como una tea. Aparte de eso, estas máquinas podían ir provistas de balistas para hostigar al enemigo o, cuanto menos, con ballesteros que, desde aspilleras, intentaban eliminar la resistencia de los defensores hasta la toma de contacto.
3: ¿Cómo eran por dentro? Como se ha dicho, estas máquinas constaban de varias plantas, en las que incluso podían disponerse diversos tipos de armas, como las balistas o incluso un ariete. La parte superior estaba conformada exactamente igual que la torre de un castillo, o sea, con sus merlones para proteger a los asaltantes.
4: ¿Y si un foso defendía la muralla? Si era un foso seco, podía recurrirse a rellenarlo durante la víspera con faginas empapadas de agua para evitar que fuesen incendiadas y, sobre ellas, instalar zarzos para nivelar el terreno. Los zarzos eran unas plataformas de madera ideadas precisamente para ese fin. Como es de suponer, las características del foso podían ser determinantes a la hora de decidir si era o no viable el asalto con una bastida.
5: ¿Era posible repeler un ataque llevado a cabo con una de estas máquinas? Eso dependía de la bravura de los defensores y del empuje de los atacantes. Si no conseguían destruirla o impedir su avance hasta la muralla, los defensores podían dar por hecho que, nada más bajar la pasarela, una tromba de enemigos se abalanzaría sobre ellos. Para ello, los atacantes recurrían a las tropas más avezadas, gente de confianza que no se amilanasen ante nada. Hay que tener en cuenta que, ante un ataque así, los defensores dejaban de contar con la ventaja que les daba el estar situados a mayor altura que los agresores. Al luchar contra una bastida, ambos bandos estaban al mismo nivel, y los defensores no podían concentrar sus fuerzas contra ello al no disponer del suficiente espacio en los estrechos adarves de las murallas. Por contra, los atacantes podían lanzar una numerosa hueste hacia el objetivo. Sólo tenían que ir subiendo a la planta superior y lanzarse contra la muralla.
6: ¿Cómo se construía? Obviamente, éste tipo de máquinas no se podían llevar con el ejército. Había que fabricarlas in situ. Para ello, cualquier hueste medianamente importante llevaba consigo carpinteros y herreros cualificados para llevar a cabo la obra. La madera se obtenía de los árboles de la comarca. Está de más decir que la ausencia de los mismos eliminaba la posibilidad de recurrir a éste ingenio para asaltar una fortaleza, ya que eran necesarias grandes cantidades de madera para dar término a la misma. No tengo constancia de crónicas donde se diga el tiempo necesario para su construcción, y más teniendo en cuenta que, dependiendo del tamaño, la duración de la obra podría variar mucho. Pero basta imaginar que sólo talar la madera necesaria, darle forma, forjar los clavos, etc. podía suponer más de un mes de trabajo. Hay que tener en cuenta que para ello sólo contaban con hachas, hazuelas, sierras, formones y poco más.
En el croquis superior podemos ver una bastida clásica. Es una máquina con cuatro plantas en cuyas dos últimas dispone de aspilleras desde donde los ballesteros podían hostigar a los defensores. En la planta superior, la pasarela, sostenida por cuerdas, espera el momento del contacto para ser abatida sobre la muralla. En la parte inferior vemos un tope que indicaba a los que movían la máquina que el recorrido había terminado.
Uno de los asaltos más famosos llevados a cabo mediante bastidas fue el que llevaron a cabo las legiones romanas bajo el mando de Lucio Flavio Silva contra la fortaleza judía de Masadá, en tiempos de Vespasiano. Para salvar el enorme desnivel, ya que la fortaleza se encontraba en una meseta, se realizó una rampa de unos 100 metros de altura y con una pendiente de un 51% nada menos (lo habitual en una carretera empinada es de aprox. un 7 ó un 8%). La bastida tenía 30 metros de altura, o sea, lo que un edificio de diez plantas aproximadamente, y para evitar su vuelco por la acusada pendiente se elaboró un sofisticado sistema que permitía que, mientras ascendía, se mantuviese vertical. Estaba dotada de balistas y escorpiones que hostigaban con sus dardos a los defensores.
Pero éste no es sitio para dar cuenta de tan prolongado asedio. Baste el ejemplo para dar una idea de las enormes estructuras que llegaron a constuirse con tal de apoderarse de una fortaleza, así como de los conocimientos y destreza de los ingenieros militares de aquella época. Por cierto, la rampa construida por orden de Silva aún existe. Dos mil años no han podido aún eliminar los miles de toneladas de piedras y tierra acumulados para fabricarla.