Primera palabra: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"



Autora: Hna. L.G.+

Parece ser un hecho de Psicología humana, que cuando la muerte se aproxima, el corazón humano dirige sus palabras de amor a aquellos más próximos y más queridos; no hay ninguna razón para sospechar que fuera diferente en el corazón de corazones.

Si habló en un orden graduado a aquellos a quienes más amaba, podemos encontrar en sus tres primeras palabras el orden de Su amor y afecto.

Sus primeras fueron para sus enemigos: "Padre perdónalos...", las segundas fueron para los pecadores: "este día, estarás conmigo en el Paraíso "; y las terceras para los santos: "Mujer, he ahí a tu hijo...". Enemigos, pecadores y santos; este es el orden del Divino amor y atención.

Los reunidos esperaron ansiosamente Su primera palabra. Los verdugos esperaban verle gritar, porque todos aquellos que habían sido crucificados antes que Él, habían gritado. Séneca nos dice que los que eran clavados en la cruz, maldecían el día de  su nacimiento, a los verdugos y a sus madres y escupían a los que les miraban; Cicerón nos dice que algunas veces era necesario cortar la lengua a los crucificados para evitar sus blasfemias.

Los escribas y los fariseos esperaban también un grito y estaban seguros de que Él que había dicho: "Ama a tus enemigos y haz bien a los que te odian”, olvidaría ese Evangelio cuando los clavos le atravesaran las manos y los pies. Esperaban que el dolor desvaneciera cualquier resolución que Él estuviera decidido a mantener para guardar las apariencias. Todos esperaban un grito, pero nadie, excepto los tres que estaban al pie de la cruz, esperaban el grito que se oyó.

De la misma manera que algunos árboles olorosos perfuman el hacha que los corta, el gran corazón en el árbol del amor, mas que gritar, dijo de lo más profundo de Él, la blanda y dulce oración del perdón y de la misericordia: "Padre , perdónalos porque no saben lo que hacen".

¿Perdonar a quien?. ¿Perdonar a los enemigos?,¿al soldado que en el juicio de Caifás le dio un puñetazo con la mano cubierta de hierro?, ¿a Pilato, el político que condenaba a un Dios por conservar la amistad con el César?, ¿a Herodes que puso a la Sabiduría las ropas de un bufón?, ¿ los soldados que columpiaban al Rey de reyes en un árbol entre el Cielo y la Tierra?, ¿perdonarlos?, ¿por qué?, ¿porque sabían lo que hacían?, ¿no, porque no sabían lo que hacían? .

Sí sabían lo que hacían y seguían haciéndolo, sí sabían el crimen que cometían, y qué perversión de justicia era preferir a Barrabas en vez de a Cristo, sí sabían qué crueldad era tomar los pies que pisaban las colinas eternas y elevarlos a un madero, sí sabían lo que hacían y seguían haciéndolo, sin pensar en el hecho que la misma sangre que derramaban podía redimirlos. ¡Nunca serían salvados! Quedarían condenados sino fuera por el hecho de que ignoraban la horrible cosa que hacían al crucificar a Cristo; fue solo la ignorancia de su gran pecado lo que hizo que alcanzara a ellos el grito lanzado desde la cruz. ¡No es la Sabiduría lo que salva, sino la ignorancia.

No hay redención para los ángeles caídos. Aquellos grandes espíritus encabezados por el portador de la luz, Lucifer, dotados de una inteligencia comparada con la cual la nuestra no es más que la de un niño, vio las consecuencias de cada una de sus decisiones tan claramente como nosotros vemos que 2 más 2 son 4. Tomada una resolución, la llevaron a cabo irrevocablemente. No retrocedieron y por consiguiente no hay futura redención. Es porque sabían lo que hacían, que quedaron excluidos del alcance de aquel grito lanzado desde la cruz. ¡No es la Sabiduría lo que salva, sino la ignorancia!

De la misma manera si sabemos que terrible cosa es un pecado y seguimos pecando; si sabemos cuánto amor hubo en la Encarnación y aun rehusamos alimentarnos con el Pan de la Vida; si sabemos cuánto amor hubo en el sacrificio de la cruz y rehusamos aun llenar el cáliz de nuestro corazón con aquel amor, si sabemos cuanta misericordia hubo en la contrición y rehusamos aun arrodillarnos humildemente ante la mano que tiene poder en la Tierra como en el Cielo; si sabemos cuánta vida hay en la Eucaristía y rehusamos aún recibir el Pan que hace la vida eterna y rehusamos aun beber el Vino que produce y embellece a las vírgenes; si sabemos de toda la verdad que hay en la iglesia como el místico cuerpo de Cristo y le volvemos aun la espalda como otro Pilato; si sabemos todas estas cosas y nos mantenemos aun apartados de Cristo y de Su iglesia, ¡no tenemos salvación!, ¡No es la sabiduría lo que salva, sino la ignorancia!.

¡Es sólo la ignorancia de no saber cuán bueno es Dios, lo que nos excusa de no ser santos!.

 Non Nobis

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