EVANGELIO DÍA 4 DE MARZO




En aquel tiempo, dijo Jesús: “Había una vez un hombre rico que vestía ropas espléndidas y todos los días celebraba fiestas. Había también un mendigo llamado Lázaro el cual, lleno de llagas, se sentaba en el suelo de la puerta del rico. Un día murió el mendigo y los ángeles se lo llevaron al paraíso. Y el rico también murió padeciendo, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham y a Lázaro con él. Entonces grito: “Padre Abraham, ten compasión de mi. Envía a Lázaro a que moje la punta de su dedo y venga a refrescar mi lengua, porque estoy sufriendo entre estas llamas”. Pero Abraham contestó: “Hijo, recuerda que a ti te fue bien en la vida y que a Lázaro le fue muy mal. Ahora él recibe el consuelo aquí y tu en cambio estás sufriendo”. El rico dijo: “Te suplico que envíes a Lázaro a casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos. Que les hable para que no vengan también ellos a este lugar”. Abraham respondió: “Ellos ya tienen lo que escribieron Moisés y los Profetas ¡que les hagan caso!”. El rico contestó: “No se lo harán. En cambio, sí que se convertirán si se les aparece alguno de los que ya han muerto”. Abraham le dijo: “Si no hacen caso a Moisés y a los Profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite”.
(Lucas 16, 19-31)

MEDITACIÓN

Cuando Jesús nos dice ¡ven y sígueme!, nos invita a ser un testimonio de servicio y resurrección para los más necesitados. ¿Qué es lo que necesitamos nosotros para ayudar a los pobres de nuestro tiempo?.

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