EL MOMENTO EN QUE NECESITAS QUE JESUSCRISTO TE AYUDE



Autor: Hno. A.L.+


         Cuando se está haciendo un intenso trabajo espiritual y físico dentro de la Orden del Temple, hay situaciones en la que parece que no avanzas espiritualmente, como atascado, embotado,…, y si te has entregado a Él, sientes una enorme necesidad de que te ayude, para poder seguir SU CAMINO.

         Estos atascamientos nos pueden afectar más o menos intensamente, según cada uno de los hermanos, pues cada uno de nosotros somos un pequeño mundo diferente. Le estamos pidiendo  esa ayuda y cada uno lo hace de distinta manera: unos se la piden hincándose  de rodillas y mirando al suelo; con las luces abiertas o cerradas. Mi forma de pedir ayuda no es esa, puesto que para mí, Jesús el Cristo es mi Dios, es mi hermano… y es mi amigo. Me pongo enfrente de una imagen suya, de pié o sentado, le miro a los ojos como se miran los AMIGOS y le pido ayuda con cierta vehemencia, porque esa ayuda la necesito con urgencia, y nos decimos las cosas claras, como debe ser. Y el interrogante que posteriormente se plantea uno es la de comprobar si Jesús el Cristo te ha ayudado, bien de manera urgente o al poco tiempo. Me viene a la memoria una ponencia presentada por un/una hermano/a en la que un superviviente de un naufragio llega a una isla solitaria, que recibe la ayuda de una manera insólita : haciéndole quemar la humilde choza que se había construido. El humo desprendido por el incendio alertó a un barco que pasaba cerca, rescatándole.

         Ese es un caso insólito que le ocurrió al náufrago, pero los casos que se nos pueden presentar son casi infinitos. Así es que hermanos os voy a contaros mi experiencia , que es tremendamente sencilla, casi tanto como el huevo de Colón.

         Después de haber pedido ayuda con vehemencia, pero con un enorme cariño a MI AMIGO, su respuesta no noté yo que fuera inmediata, entendida a mi minúscula escala, pero INMEDIATA A SU ESCALA. Yo, hermanos la noté pasadas unas dos horas, (fijarse si soy puntilloso). No penséis hermanos/as que esa ayuda fue espectacular, grandiosa,…, sino a través de cosas sencillas, propias de la vida cotidiana. Veámoslas:
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1.- Cogí el coche e iba por la carretera, cuando en ese momento saltó la chispa. Yo dije: ¿Cómo quisiera Jesús que yo fuera conduciendo?. Yo no escuché ninguna voz, pero mi espíritu me dijo que condujera despacio, que no pensara en otras cosas, más que conducir, para no tener accidentes que podían a llegar a ser mortales, con el desajuste cósmico que el accidente produciría, y con enorme dolor en las familias de los afectados, y sobretodo cambiando El Plan que el Padre Celestial tenía para con ellos. Y al mismo tiempo, no atropellarías a los animalitos que se cruzan por la carretera.

2.- Llego a mi casa y veo que en mi familia hay problemas. Vuelvo a pedirle a Jesús que es lo que tengo que hacer; Él , sin decirme nada, me da la respuesta: he de solucionar el problema y noto como si la solución me la hubiera dicho. La pongo en marcha y rápidamente noto que el problema, si no está solucionado, está en camino de solución. Al día siguiente, sigo con el tema, y de momento no va la cosa mal.

3.- Yo tengo que hacer determinadas labores domésticas. En este caso, Jesús me indica que las haga con diligencia, sin pereza.

4.- Voy por la calle, me encuentro con personas, unas conocidas y otras no. A las que conozco las saludo, le pregunto por sus problemas, les doy ánimos,….

         A las que no conozco y veo que tienen un problema, Jesús “me dice” que vaya a ellas y me interese. Noto que me responden con amabilidad y te dan las gracias por tu interés.

(continuará)

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