EVANGELIO DÍA 24 DE MARZO



En aquel tiempo dijo Jesús: “Había una vez un hombre rico que vestía ropas espléndidas y todos los días celebraba fiestas. Había también un mendigo llamado Lázaro, el cual lleno de llagas, se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Un día murió el mendigo y los ángeles se lo llevaron al paraíso. Y el rico también murió padeciendo, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham y a Lázaro con él. Entonces grito: Padre Abraham, ten compasión de mi. Envía a Lázaro a que moje la punta de su dedo y venga a refrescar mi lengua, porque estoy sufriendo entre estas llamas. Pero Abraham le contestó: Hijo, recuerda que a ti te fue bien en la vida y que a Lázaro le fue muy mal. Ahora él recibe consuelo aquí y tu en cambio estás sufriendo. El rico dijo: Te suplico que envíes a Lázaro a casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos. Que les hable para que no vengan ellos también a este lugar. Abraham respondió: Ellos ya tienen lo que escribieron Moisés y los profetas, ¡que les hagan caso!. El rico contestó: No se lo harán. En cambio, si que se convertirían si se les aparece alguno de los que ya han muerto. Abraham le dijo: Si no hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite”.
(Lucas 16, 19-31)

MEDITACIÓN

Hay un abismo de diferencia, en las 24 horas de la vida de un rico y la de un pobre y son visiones y situaciones de la vida ambas, imposibles de reconciliar. Si eres rico o rica, sal al encuentro del pobre sin soberbia, con amor de hermano; y si eres pobre, no envidies la suerte del rico, espera de su bondad, no le arrebates sus bienes, y recuerda que los bienes de Dios son para todos y que el mayor bien es el Amor.

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