EL JUICIO Y LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS (III)


Autor: Sión de Bouillón

Puede hallarse ahora la explicación de las palabras extraordinariamente duras que dijo Jesús a Pedro (Mateo 16:23), cuando Pedro protestó horrorizado contra la crucifixión que Jesús les anunciaba: “¡Quítate de mi vista, Satanás!. ¡Tropiezo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!” .

Semejantes palabras no pueden atribuirse razonablemente a un Maestro divino y amoroso que le reprocha a un discípulo fiel un ligero exceso de celo. Reflejan más bien los pensamientos de un hombre que quiere borrar de si mismo los insidiosos vestigios de egoísmo y dilación que se esconden en el interior de todos nosotros, listos a justificarse al menor estimulo como cautela, respeto de sí mismo, y cosas por el estilo.

Es a estos estados psicológicos que este relato llama “tentaciones de Satanás”, y no al humilde pescador. Volvamos a nuestro análisis del desenvolvimiento del espíritu humano. Un individuo que ya se ha adelantado bastante a sus semejantes, empieza a sentirse solo, y quizá anhela volver a sus antiguas asociaciones más placenteras. Esto ha de experimentarlo todo el que llega a esta etapa, y habrá de superarlo si quiere continuar avanzado. En esos momentos de vacilación y lucha, le falla la fe. Está en peligro. Mientras así lucha consigo mismo, “los discípulos caen en sueño”. Hace otro tremendo esfuerzo de voluntad para mantenerse firme, pero los discípulos vuelven a caer dormidos. Ahí tenemos la explicación de un acontecimiento que de otra manera sería increíble.

Todavía no ha alcanzado la perfección. El ya próximo “Juicio” ante toda la panoplia de la ley Romana y Judaica, simboliza un rápido crescendo de tensión que pone a prueba la fortaleza del hombre. En la Biblia vemos que aunque después de la muerte de Jesús, muchos cientos de cristianos preferían enfrentarse con los leones en el circo antes que renunciar a su fe, ni uno solo de ellos compareció ante Pilatos para defenderlo y hacer algo en pro de su causa.

Todos los discípulos, muchos de los conversos y los que presenciaron los milagros y se beneficiaron de ellos, seguramente andaban por allí cerca, pero ninguno se presentó.

Tampoco se encuentra ninguna base histórica para la pretendida “costumbre” de entregarle al populacho un malhechor escogido por ellos mismos. Los doctos han demostrado fuera de toda duda que los detalles del Juicio, tal como los dan los Evangelios, no concuerdan con lo que sería posible que ocurriera bajo la ley Judaica o bajo la ley Romana.

En cambio, la interpretación mística de los incidentes del Juicio, sí, sigue líneas características y consistentes. Nos muestra dramáticamente la elección final y definitiva que cada uno de nosotros tendrá que hacer algún día, escoger entre seguir la Luz o no seguirla, cuando la veamos. Ahora vemos oscuramente, a través de un vidrio empañado; pero ha de venir un día en que tendremos que decidirnos.


(continurá)


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