EL SERMÓN DEL MONTE (II)




Si los milagros que ellos ponen en entredicho no hubieran sucedido, los Evangelios pierden su significación real. Pero en realidad, si ocurrieron y además dijo a los que practicaban Sus enseñanzas: “Las cosas que Yo hago haréis y muchas cosas más”. Cuando en una situación difícil el hombre o la mujer elevan su conciencia por encima de las limitaciones del plano físico (lo que hacemos cuando oramos), las condiciones serán cambiadas en ese plano de modo imprevisto y las malas consecuencias que se sufren desaparecerán. La oración bien realizada, tiene el poder de cambiar las cosas, sin importar la dificultad en la que nos encontremos ni las causas que la hayan producido, sólo debemos ser perseverantes en la apelación a Dios.

Pero la oración es una ciencia y un arte, y fue la enseñanza de este arte lo que Jesús intentó explicar la mayor parte de Su ministerio. Es la clave espiritual la que revela el contenido de la Biblia en general y de los Evangelios en particular, la que explica los milagros y como Jesús nos enseña que podemos hacerlos, librándonos del pecado, la enfermedad y las limitaciones. La Biblia, es una colección de documentos inspirados a través de los siglos y escritos por los hombres de todo tipo y circunstancias, y la mayor parte de lo que nos ha llegado no son originales, sino redacciones y compilaciones de fragmentos más antiguos. Pero no importan los caminos por lo que han llegado, ya que es una fuente inagotable de la Verdad, empleando la parábola para expresar la Verdad espiritual y metafísica. El error es que la mayoría de las veces, ésta se ha interpretado de forma literal, creando contradicciones con el sentido común.

La verdad es que todo el mundo exterior, sea el cuerpo o las cosas comunes que nos rodean, están sujetas al pensamiento del hombre y él puede dominarlo cuando adquiere conciencia de ello. Los pensamientos que nos ocupan hoy, están modelando nuestro destino hacia lo bueno o lo malo, pero está en nosotros elegir lo que pensamos y aunque al principio nos cueste cambiar nuestro vicioso modo de pensar, podemos hacerlo.

No hay sufrimientos como herencia del “pecado original” de otro, sino que recogemos la cosecha de lo que hemos sembrado por nuestro libre albedrío. Aceptar la Verdad, es el primer paso, pero sólo adelantamos si la incorporamos a nuestras acciones cotidianas. Cada vez que superamos una dificultad por medio de la oración, prestamos una ayuda a la raza humana en general, presente, pasada y futura, y la ayudamos a vencer esa misma dificultad.


(continuará)


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