EVANGELIO DÍA 3 DE ABRIL



Yendo de camino, vio Jesús a un hombre que había nacido ciego. Jesús escupió en el suelo, hizo con la saliva un poco y untó con él los ojos del ciego. Luego le dijo: “Ve a lavarte al estanque de Siloé”. El día que Jesús dio la vista al ciego era sábado. Por eso, llevaron ante los fariseos al que había sido ciego y ellos le preguntaron como era que podía  ver. Les contestó: “Me puso lodo sobre los ojos, me lavé y ahora veo”. Algunos fariseos dijeron: “El que hizo eso no puede ser de Dios porque no respeta el sábado”. Pero otros decían: “¿Cómo puede alguien siendo pecador, hacer esas señales milagrosas?”. De manera ue estaban divididos. Y lo expulsaron de la Sinagoga. Jesús se enteró y cuando se encontró con él le preguntó: “¿Tú crees en el Hijo del Hombre?”. Él le dijo: “Señor, dime quién es para que crea en Él”. Le contestó Jesús: “Ya le has visto. Soy Yo, con quien estás hablando”. El hombre le respondió: “Creo, Señor”, y se puso de rodillas delante de Él. Dijo Jesús: “Yo he venido a este mundo para hacer juicio, para que los ciegos vean, y los que ven se vuelvan ciegos”.
(Juan 9, 1-41)

MEDITACIÓN

Un ciego que no grita y al que nadie avisa de nada, llama la atención de Jesús y mueve Su compasión para curarle. Este ciego es un símbolo de la misión de Jesús porque Él traía la luz a las tinieblas. Como antes, hoy también hay sufrimientos que no tienen explicación y que no son culpa de nadie, sino que forman parte de un misterio que algún día nos explicará Jesús con Su luz.

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