EVANGELIO DÍA 3 DE SEPTIEMBRE




Fue Jesús a Nazaret donde se había criado, entró en la Sinagoga, como era Su costumbre los sábados y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y desenrrollándolo, encontró el Pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre Mi, porque Él me ha unjido. Me ha enviado para anunicar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor. Y enrrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la Singoga tenía los ojos fijos en Él, y Él se puso a decirles: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. Y todos le expresaban su aprobación y admiración de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: ¿No es este el hijo de José?. Y Jesús les dijo: Ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo el cielo cerrado tres años y seis meses y hubo gran hambre en todo el país, sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio. Al oír esto, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte donde se alzaba el pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
(Lucas 4, 16-22; 24-27; 29-30)

MEDITACIÓN

Señor, hoy creo que eres mi único Señor y deseo que contando con tu gracia, mi vida responda con obras de vida eterna. Ayúdame a que mi corazón sea fuente de donde nunca brote nada nocivo, sino el fruto de tu amor hacia los demás.

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