EVANGELO DÍA 27 DE ABRIL



Dos de los discípulos, se dirigían a Emaús. Jesús se les acercó y se puso a caminar a su lado. Jesús preguntó: “¿De qué venís hablando por el camino?”. Le dijeron: “Lo de Jesús de Nazaret, un profeta poderoso el hechos y palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Nosotros teníamos la esperanza de que Él fuese el libertador de Israel, pero ya han pasado tres días. Sin embargo, algunas de las mujeres que están con nosotros nos han asustado, pues fueron de madrugada al sepulcro y no encontraron el cuerpo. Jesús les dijo entonces: “¡Qué faltos de comprensión sois u cuanto cuesta creer todo lo que dijeron los profetas!. ¿Acaso no tenía que sufrir el Mesías estas cosas antes de ser glorificado?”. Luego, se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de Él. Al llegar a donde se dirigían, Jesús hizo como si fuera a seguir adelante, pero ellos le obligaron a quedarse diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y se está haciendo de noche”. Cuando estaban sentados a la mesa, tomó el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se los dio. En ese momento, se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús, pero Él desapareció. Se dijeron el uno al otro: “¿No es cierto que el corazón nos ardía en el pecho  mientras nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?”.
(Lucas 24, 13-35)

MEDITACIÓN

Algo normal que sucede en la vida, es desahogarse y buscar el consuelo de los amigos, hablar de los proyectos que no salieron, de las decepciones. Jesús se acerca a tus confidencias y respetuoso, quiere saber, quiere iluminarte, aclararte lo que pasa, avivar tu memoria, mostrarte lo que puede venir en el tiempo. Su Palabra es algo más que un buen libro. Es un corazón que te ama y que por ganarte ha muerto por ti. Si no arde tu corazón, quizás te faltan fe y amor.

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