COMO EL HOMBRE PIENSA VIII





VIII. No perjurarás. No juréis por el cielo, porque es el trono de Dios y la Tierra su escabel. Ni por tu cabeza, porque no está en ti volver un cabello blanco o negro. Sea tu palabra si es si: Si, y si es no: No.

Jesús nos dice con esto, que no debemos hacer votos e hipotecar el futuro de antemano, ya que si tomamos una decisión que volvemos irrevocable por el acto de un voto, ya no estamos accesibles a la acción del Paráclito y por este acto le cerramos la puerta.

Si por un voto o promesa comprometemos nuestra alma, vuestra libertad se ha perdido, y si no somos libres, la acción del Espíritu Divino no puede efectuarse. Este es el pecado contra el Espíritu Santo del que se habla en la Biblia. ¿Cuál es?. Pues consiste en toda acción que impida en nosotros la obra del Espíritu Santo, todo aquello que intercepte la acción vivificante y renovadora de Dios, porque ese hecho es la vida espiritual misma.

Su castigo, es el estancamiento espiritual y puesto que el único remedio es buscar la acción directa del Espíritu Santo, nuestro error reside en impedir esa acción, ahí entramos en un círculo vicioso y por eso ese pecado es irremisible.

Muchas iglesias exigen aceptar las doctrinas o reglas que les servirán de guía perpetua y eso es fatal, porque impide la acción del Espíritu Divino. Cada persona debe ser libre de dirigir los asuntos de su alma según la inspiración del Altísimo. Orar o no, leer o no, ir o no a la iglesia, debe decidirlo el individuo y orar según su inspiración, guiado por el Espíritu Santo. La oración espontánea tiene eficacia suficiente, por tanto, recordemos que las reglas inflexibles deben evitarse y hay que abandonar la regla para escuchar el Espíritu.


(continuará)


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