JESÚS Y LOS ESENIOS (II)



Autor: Fr. J.L.C.

DIFERENCIAS ENTRE EL MAESTRO DE JUSTICIA ESENIO Y JESÚS

El Maestro de Justicia y sus seguidores leían las Escrituras buscando a sabiendas lo que iban a encontrar. Jesús, por el contrario, buscaba en la lectura de las Escrituras cómo deberían desenvolverse los hechos futuros; más que derivar lo sucedido a un presunto precedente bíblico encajaba en la vida cotidiana esas referencias bíblicas. Hasta qué punto fue consecuente con este enfoque lo demuestra el hecho de su aceptación de un destino que desembocaba en la muerte.

Otra diferencia la marcó Su actitud con respecto el Templo de Jerusalén. Mientras para los Esenios era un lugar reprobado por Dios (participar en sus cultos resultaba intolerable para los sectarios del Mar Muerto), la visión de Jesús resultó mucho más matizada.

No se opuso a participar en el culto. Incluso utilizó sus dependencias para enseñar (Juan I). Jesús creía que la existencia del Templo derivaba de un mandato de Dio, pero al mismo tiempo, no pensó que la santidad del lugar podía ocultar las indignidades que se cometían en el mismo. No obstante, dejó bien establecido que la propia evolución espiritual de Israel, sistema religioso pervertido (que además había rechazado al Mesías), pasaría por ver el final del Templo. Este mensaje de Jesús encajaba a la perfección con los profetas de Israel, que hablaban siglos antes del arrasamiento del Templo de Jerusalén.

El Nuevo Pacto, expresado siglos antes por Jeremías, no lo contemplaban de manera similar el Maestro de Justicia y Jesús. Los primeros creían estar viviendo ya esa situación como consecuencia de su huída desde Jerusalén al desierto de Judea: Sólo ellos mantenían una relación directa con Dios. Por el contrario, el punto de vista de Jesús no giraba en torno a una pertenencia o a una organización sino al papel desempeñado por su persona que, con el sacrificio de la Cruz, se iniciaba un nuevo pacto, tal como ocurrió con el sacrificio del Cordero señalando la liberación de Israel.

La esencia personal de ambos, el Maestro de Justicia y Jesús, era claramente diferenciadora. Mientras el primero se consideraba predestinado por Dios para ser receptáculo de conocimientos ignotos, depositario de una revelación, Jesús se consideró desprovisto de pecado e incluso se permitió la osadía de comer con los pecadores y perdonarlos.

Mientras el Maestro de Justicia posiblemente acabara sus días con tranquilidad en Qumrân, el caso de Jesús fue distinto: Su muerte fue como una parte del Plan de Dios.

Vemos que la secta del Mar Muerto huía del mundo para vivir con serenidad en el desierto de Judea, más el grupo articulado en torno a Jesús se caracterizaba por la negación de la huída del mundo.

La mujer estaba excluida de la comunidad de Qumrân de una manera casi absoluta. Sin embargo, algunas mujeres servían a Jesús: María Magdalena, Juana, la mujer de Juzga, Susana… .

A diferencia de los Esenios, Jesús no consideró la enfermedad como algo impuro. Los baños y comidas rituales de carácter repetitivo que hacía la comunidad Esenia; la idea de Bautismo como rito de Iniciación de una nueva vida espiritual no parecen ser de práctica habitual en la vida de Jesús. En la comida ritual Qumraní, resultaba obligatoria la presencia de un sacerdote pronunciando la bendición. El contexto del rito realizado por Jesús no fue una ceremonia específica de Su comunidad, sino la Pascua judía celebrada la noche en que fue prendido.

Jesús fijó el número de apóstoles en doce porque juzgarían a las doce tribus. En Qumrân, sin embargo, el número derivaba de la convicción de los seguidores del Maestro de Justicia de constituir el Israel verdadero.

El Maestro de Justicia se consideraba receptor de una revelación divina dirigida a un hombre pecador y elegido por la Gracia de Dios. Jesús se presentaba como el Hijo, el único que conocía al Padre, podía revelarlo y a su vez, aquél al que sólo el Padre conocía realmente.

CONCLUSION

Haciendo una comparación entre el Maestro de Justicia y Jesús, podemos concluir que ambos personajes presentan perfiles espirituales y personales distintos e incluso, algunas veces, distinto. La espiritualidad del Maestro de Justicia partía de una conclusión universal: La del pecado del hombre que apegado a una tradición religiosa y concreta e impelido por la interpretación especifica de la Torá, para obtener la salvación, tendría que vivir fuera de Jerusalén, en la comunidad de Qumrân.

Jesús también aceptaba el principio de pecaminosidad universal para todos los hombres presentándose Él como el Salvador, quien perdonaría los pecados. Él sería el Mesías. Convencido de ser Hijo de Dios también se consideró receptáculo de un conocimiento especial que, en su caso, emanaba de que sólo Él conocía al Padre al igual que el Padre le conocía a Él. Reinterpretó la Torá con más exigencia en sus preceptos.

Aunque participó en el culto al Templo pensó que sus días estaban contados a causa de su corrupción, una visión que compartían muchos judíos seguidores o no del Maestro de Justicia o de Jesús.

El Maestro de Justicia era un hombre pecador y con una terrible conciencia de culpa cuyo único mérito estaba en la obediencia fiel a los preceptos de la Torá, retirándose al desierto para vertebrar una comunidad que esperaba el fin de los tiempos tal como enseñaba la Torá.

Jesús, por el contrario, pretendía sobrepasar línea que separaba lo Divino de lo humano. La peculiar visión que Jesús ofrecía de Sí mismo obligaba a optar por dos únicas alternativas: Era el Mesías y el Hijo de Dios o, según el Talmud, “extraviaba al pueblo y, por ello, merecía la muerte”.


N.N.D.

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