REGLAS COMUNALES. SAN BENITO (VI).



Capítulo II. (Continuación)

En su magisterio, debe imitar el Abad el modelo del Apóstol cuando dice: “Reprende, exhorta, amonesta”. Es decir, que combinando tiempos y circunstancias, rigor y dulzura, muestre ora severidad de maestro, ora bondad de padre; o sea, debe reprender duramente a los indisciplinados y a los turbulentos; a los obedientes, en cambio, a los pacíficos y a los sufridos, debe exhortarlos a que progresen más y más; en cuanto a los negligentes y los despectivos, le amonestamos que los reprenda y los castigue.

Y no disimule los pecados de los que delinquen, sino que tan pronto como empiecen a brotar, arránquelos de raíz con toda su energía, acordándose del caso de Helí, sacerdote de Siló. A los de espíritu más bien delicado e inteligente corríjales de palabra, amonestándoles una o dos veces; pero a los obstinados y duros de corazón, a los insolentes y desobedientes, reprímales enseguida que se manifieste el vicio con azotes y otros castigos corporales, sabiendo que está escrito: “Solo con palabras no escarmienta el necio”, y también: “Pega a tu hijo con la vara y lo librarás de la muerte”.

Siempre debe recordar el Abad lo que es; debe recordar el nombre con que le llaman y sepa que a quien más se confía más se le exige. Sepa también, cuan difícil y arduo es el oficio que aceptó: La dirección de almas y el servicio de temperamentos muy diversos; a uno precisamente con halagos, a otro con reprensiones, a otro con persuasiones y según el temperamento e inteligencia de cada uno, se conforme y amolde a todos de tal modo, que no solo no se tenga que lamentar ninguna pérdida de la grey que tiene confiada, sino que pueda alegrarse el aumento del buen rebaño. Ante todo, por desatender o no valorar suficientemente la salvación de las almas que le han sido encomendadas, no se interese más por las cosas transitorias, terrenas y caducas, sino que considere siempre que aceptó el gobierno de almas, de las que tendrá que rendir cuentas. Y para que no alegue una posible penuria de bienes materiales, acuérdese de que está escrito: “Buscad primero el Reino de Dios y Su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura”, y también: “Nada falta a los que le temen”.


Sepa el que acepta el gobierno de almas, debe prepararse para dar razón de ellas, y tenga por cierto, que el día del Juicio, deberá dar cuenta al Señor de tantas almas cuanto es el número de hermanos que tiene bajo su cuidado, añadiendo sin duda la de la suya propia. Y así, temiendo siempre el futuro examen del pastor sobre las ovejas que le ha confiado, mientras se preocupa de la cuenta ajena, se cuidará también de la suya propia, y mientras con sus exhortaciones facilita la enmienda a los demás, él mismo va corrigiéndose de sus propios defectos.




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