EVANGELIO DÍA 12 DE SEPTIEMBRE





Decía Jesús a sus discípulos: “No hay árbol sano que de fruto dañado, ni árbol dañado que de fruto sano. Cada árbol, se conoce por su fruto, porque no se cosechan higos en las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca. ¿Por qué me llamáis ¡Señor, Señor! y no hacéis lo que os digo?. El que se acerca a Mi escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quien se parece: Se parece a uno que edificaba una casa, cavó, ahondó y puso sus cimientos sobre roca. Vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone por obra, se parece a uno que edificó una casa sobre la tierra sin cimiento; arremetió contra ella el río y en seguida se derrumbó y quedó hecha una gran ruina”.
(Lucas 6, 45-49)

Meditación

Señor, en la conmemoración del Dulce Nombre de María, el nombre más importante después del tuyo, todos los hijos de Ella nos unimos a Jesucristo para felicitarla y como nos gusta llamarle ¡Madre!. Que mis últimas palabras antes de morir, sean Tu nombre y el de María, mi madre muy amada y intercesora de mi ante Ti; y os encuentre a los dos al abrir los ojos, para darme la bienvenida a la Vida eterna junto a vosotros.

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