EL SERMÓN DE LA MONTAÑA (II)



Autor: Hno. C .O.+

He visto conveniente resaltar en verde las frases más importantes de este mensaje, pues creo que se comprenden perfectamente; son enseñanzas que debemos practicar como iniciados en el camino de la búsqueda del Grial y a la vida eterna...

Por otro lado, lo resaltado en amarillo, se refiere a un mensaje que aún la humanidad no ha entendido, o no conviene entender, pero aunque seamos ciegos y sordos,  estas palabras están dentro de la compresión del amor al prójimo que nuestro maestro "Jesús" tanto nos enseñó...

"Amaos los unos a los otros como yo os he amado..."

"Ama a tu prójimo como a ti mismo"

También he resaltado en rojo la forma en cómo nuestro maestro "Jesús" nos enseñó la oración. Cuando pronunciemos la oración, se debe hacer desde nuestro corazón, con las ansias más fervientes de nuestro espíritu; de nada sirve si lo hacemos sin saber siquiera lo que decimos repitiendo como si ésta fuese un trabalenguas o algo que se repite cual la tabla de multiplicar....
  
.... Y el maestro "Jesús" continuó diciendo:

"Habéis oído que os fue dicho: 'no matarás', pero yo os. digo: no os enfadéis sin razón. Los antiguos os han prescripto conducir al templo vuestros becerros, vuestros corderos y palomas, y que los sacrifiquéis en el altar, para que Jehová aspire el aroma de vuestros presentes, y así perdonaros vuestros pecados y faltas".

"Mas yo os digo: ¿podréis dar a Jehová lo que desde el principio era su patrimonio?; ¿podréis calmar su cólera si su trono se eleva por encima de las silenciosas y pacíficas profundidades, y cuyos brazos abarcan y envuelven el espacio?. Buscad más bien a vuestro hermano y haced la paz con él antes de venir al Templo, y dad con amor a vuestro vecino de todo cuanto tengáis, porque en el corazón de éstos Dios ha construido un Templo que jamás se destruirá, y en cuya alma ha erigido un altar eterno".

"Oísteis que os fue dicho: 'ojo por ojo y diente por diente', empero yo os digo: no os resistáis al mal, porque la oposición lo alimenta y lo fortifica, y sólo el débil se venga".

Los fuertes en el Espíritu perdonan, y el damnificado se siente honrado y glorificado al perdonar las ofensas de los demás. Tan solo el árbol cargado de frutos es sacudido por la multitud y apedreado por los transeúntes.

"No os preocupéis por el mañana, más bien pensad y meditad sobre vuestro hoy, porque al día de hoy le basta su milagro".

"No os vanagloriéis cuando dais de lo que es vuestro, más bien mirad la necesidad de aquel a quien dais, pues todo aquel que diere a un necesitado, el Padre mismo le dará con mayor abundancia. Dad a cada uno según su necesidad, porque el Padre no da sal a los sedientos, ni vacas al hambriento, ni leche al niño destetado. No deis lo santo a los perros, ni echéis perlas a los cerdos, porque con tales presentes os burláis de ellos, tanto como los perros y los puercos se burlarán de vosotros, y tal vez su odio hacia vosotros los induzca a poner en peligro vuestra vida".

"No guardéis tesoros que se pudran o que los ladrones puedan apoderarse. Haceos tesoros que no se corrompan ni sean robados, sino más bien que aumenten en esplendor y hermosura a medida que los ojos los contemplen, porque allí donde estuviere tu tesoro allí estará tu corazón".

"Os dijeron que el homicida debe pasarse por el filo de la espada, y que al ladrón se le debe crucificar, y lapidar a la mujer adúltera; pero yo os digo que no sois inocentes del crimen del asesino, ni de la culpa del ladrón, ni del adulterio de la pecadora; y cuando sus cuerpos son castigados, vuestros espíritus se oscurecen en lo más profundo de vosotros. La verdad es que ningún hombre ni mujer alguna cometerían un crimen solos. Todos los delitos y los crímenes son cometidos por todos los hombres juntos; mas aquel que paga la pena sólo quiebra un eslabón de la cadena que sujeta vuestros pies; tal vez paga con su aflicción el precio de vuestra alegría pasajera y efímera".

De esa manera habló Jesús.

Dominado por el respeto y la veneración quise arrodillarme ante Él, pero mi vergüenza de ser pequeño y miserable me paralizaba, me impedía moverme de mi lugar y proferir una palabra; pero cobré ánimo y le dije:

-Señor, quiero rezar en este momento, pero mi lengua está pesada. Enséñame cómo debo orar.

Y me contestó:

-Cuando reces, que tus ansias sean las que canten las palabras de la oración. En lo más profundo de mí mismo hay un ansia escondida que, en este mismo instante, quiere orar así:

Padre nuestro que estás en la Tierra y en los Cielos:
santificado sea Tu nombre;
acompáñanos con Tu voluntad, tal como está en el Cosmos.
Danos de tu pan lo suficiente como para nuestros días.
Perdónanos con Tu bondad y clemencia y aumenta nuestra comprensión para perdonarnos unos a otros.
Condúcenos hacia Ti y extiéndenos tu mano en nuestra oscuridad;
porque tuyo es el Reino y por Ti es nuestra fuerza y nuestra perfección.
  
Y era el atardecer. Jesús descendió de las colinas seguido de todos nosotros; en tanto yo repetía detrás de Él su oración, recordando todas sus palabras, porque comprendí que las palabras que surgieron aquel día de sus labios debieran subsistir y eternizarse; y las alas que se cernían sobre nuestras cabezas en ese momento, debieron golpear la tierra como cascos de acero.

 Non Nobis

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