SER TEMPLARIO



Hermanos y Hermanas míos. Estamos llegando a una etapa de transición, donde es necesario vivir el Espíritu, o más exactamente el estado espiritual que proporciona el conocimiento de Jesús el Cristo; eso que nuestros hermanos de la Orden del Temple, habían comprendido hacía ya mucho tiempo. Ellos, habían intentado establecer las señales, pero se encontraron con que el mundo todavía no estaba preparado para ello. Por eso indudablemente, mis queridos hermanos, tuvieron que retirarse de la escena y aceptaron sacrificarse para que más tarde, otros pudieran seguir con la labor encomendada.

Ahora es necesario que todo ocupe el lugar que le corresponde, de una forma u otra, ya que el Plan de Dios es inviolable, si la humanidad opta nuevamente por la incomprensión, las consecuencias serían dramáticas. Ya se ha perdido demasiado tiempo.

El renacer Templario

Uno de los objetivos más importantes de un Caballero de la Milicia de Cristo, es irradiar Amor. Ese mismo Amor que emanaba del Maestro Jesús y vivir de acuerdo con Su alma y Su conciencia Crística, para hacer seres ricos en Amor.

Debemos ser totalmente desinteresados por cualquier otro bien personal, ya que el Caballero no vive más que para el prójimo y para estar al servicio de la Milicia del Verbo, mostrando la forma de purificar la conciencia, para llegar a las necesidades verdaderas de su alma.
  
La meditación y la oración, son parte de su realidad, porque allá donde fuera, medita y vive en oración, siendo consciente de que meditando vive el momento, y es una acción de gracias que ofrece al Padre y a las más altas Jerarquías espirituales del Temple. De este modo, transmite todo ese amor que vibra en él y de esa forma reparte el bien a su alrededor.

Cuando una vibración que emana de nuestra conciencia Crística es muy fuerte, agrede a aquellos que no pueden soportarla, pues no quieren cambiar su comportamiento y mejorar con ella.

El ser soldado del Cristo, es participar de los Planes de Dios, y es una fuerza que debe retomar su lugar porque así fue previsto por el cielo. El Temple de hoy, debe de representar la fuente, la pureza de dicha fuerza.

Los Maestros espirituales, han deseado que esta fuente que brota de la conciencia de Jesús el Cristo, recobre su lugar en nuestro planeta y ahora es necesario que ella, a la que todos aspiramos desde el fondo del corazón, prevalezca definitivamente y brote con entera libertad. Sin duda, los Templarios velarán porque esto suceda, porque el tiempo ha llegado y estamos preparados para descubrir estos principios, dispuestos a hacerlos nuestros, a fin de poder luego comunicarlos y enseñarlos al mayor número de personas.

Un Caballero del Temple es un “portador”, es decir, alguien que ofrece al otro una total intimidad, cuya mirada bendice y eleva. El Templario, debe estar impregnado de nobleza y majestad. Sus palabras y gestos, expresan la vibración que el alma percibe como algo especial. Él está despierto, mientras la humanidad permanece dormida. Despierto gracias al conocimiento revelado a través de los Arcanos de la Orden, que intenta comprender en su totalidad porque percibe la magia Divina que viene de lo alto.

Con estas palabras, no quiero hacer conjeturas equivocadas de una realidad intangible. El Caballero y la Amazona Blanca Templario, vive con los pies bien sujetos a este mundo como cualquier otra persona, pero no hace alarde de su conocimiento para aparentar tener un intelecto sublime; nada más lejos de su intención: Vive simplemente con todo su ser, el conocimiento adquirido.

Pero sin duda su existencia es más dura que la de los demás, ya que debe de satisfacer las exigencias de su alma, su corazón, pero no por él mismo, sino por el desarrollo del mundo, para que el Amor del Cristo reine a su alrededor.

Ser Templario, es dejarse habitar por Dios, ese Dios que vive en nosotros, al que debemos hacer crecer, ya que es la fuerza inagotable de Amor y de Luz. Y termino con unas palabras del Maestro que dicen: “El Templario es la propia naturaleza del aspirante al  Conocimiento, y el Maestro no hace más que darle la llave para que se abra a sí mismo las puertas y que suba los peldaños del atrio de su Templo interior y penetre en el rito, en el misterio, en la Verdad de todas las cosas a través de él mismo. El Temple de ayer y hoy asume esta Ley, la nueva Ley y da a quien quiere acceder al Conocimiento la llave adecuada.

Depende del aspirante poder utilizar dicha llave antes o después. Depende de su dominio de la naturaleza propia, el que acceda o no al Conocimiento. “Eres la piedra no tallada que cincelarás tu mismo con el esfuerzo constante”.

El nuevo Temple nunca debe desvincularse de su pasado, sino que debemos caminar por las sendas ya marcadas por nuestros antepasados. Pasa el tiempo y ya no se puede entrar y salir del camino del Conocimiento libremente. Cuando suena la hora y el Maestro llega y llama a la puerta, se abre y se emprende el camino o se cierra y se regresa al amor de la lumbre que simplemente anima el hogar.

Non Nobis

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